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El monstruo maravilloso

By May 16, 2019 No Comments

Publicado en Revista Contratiempo (Septiembre 2010)

El pasado mes de julio (2010), Chicago acogió las novedades musicales inéditas y de antaño que invariablemente nos presenta cada vez que nos visita Carlos Icaza. Icaza, mejor conocido como “Tropicaza” es un personaje singular, de complexión sumamente delgada, sencillez al vestir y un par de lentes que lo vuelven inconfundible en cualquier recinto donde haya discos de vinilo. Musicólogo o arqueólogo de la música mexicana, cualquiera que sea el término para definirlo, el reafirmará que simplemente es un amante de la música. Pero indiscutiblemente es uno de los genios musicales de la Ciudad de México que han hecho grandes aportaciones a la historia de la música, a través de su rescate y búsqueda, a lo largo de viajes por Latinoamérica, Estados Unidos y Europa, de materiales casi perdidos de los años 40, 50 y 60, hasta nuestros días. Sus recopilaciones e investigaciones han servido como base de datos para algunas editoriales y sellos discográficos; ha sido también parte de diversas bandas importantes como Los Exquisitos, Los Fancy Free, Antiguo Autómata Mexicano, Las Comadrejas, Evil Hippie, etc.

Las rarezas que preparó Tropicaza en este último viaje abarcan desde los ritmos funk, soul, rock y jazz, hasta la fusión de regional mexicana, presentándose en diversos lugares poco concurridos por la comunidad latinoamericana, como Double Door o Beauty Bar. Como parte de una conversación informal, Icaza mencionó la emoción de presentarse ante un público como el de Chicago, donde la gente concurre a sus presentaciones por el hecho de escuchar y disfrutar la música que ofrece. Icaza afirmó que la gente acude con el fin de bailar. Dichos términos – escuchar, disfrutar y bailar – son una constante muy común para la comunidad latinoamericana en Estados Unidos y que tristemente en una ciudad como el Distrito Federal, ya no lo son debido a los sucesos que está viviendo actualmente la capital.

Icaza adoptó al DF hace 12 años, describiéndola como un monstro maravilloso para vivir, a esa ciudad caótica y al borde de la destrucción donde misteriosamente todo funciona, a pesar de las deficiencias y las condiciones demográficas en la que se encuentra; donde sus gobernantes toman medidas torpes en lugar de crear soluciones a sus problemáticas – como el tráfico vehicular, solventar un segundo piso sobre las arterias más transitadas y saturar la ciudad al doble en vez de incentivar el transporte público. Durante los últimos 10 años, Icaza cuenta que la situación en la Ciudad de México ha ido empeorando, y que la violencia, la pobreza, los robos y la corrupción son parte de un proceso de degradación cultural del país y en gran medida originado por todos los niveles del poder.

La vida nocturna, música y baile en la ciudad de México

Recientemente, la vida nocturna de la Ciudad de los Palacios ha sido golpeada por nuevas regulaciones gubernamentales con el fin de garantizar mayor seguridad para sus consumidores; así lo estipula el artículo no.39 de la Ley de Establecimientos Mercantiles, que cambia el horario de cierre a las 3:00 a.m. para bares y centros nocturnos. A consecuencia de esta medida, dijo Icaza, se han generando una serie de situaciones imprevistas tales como la búsqueda de diversión en lugares clandestinos o fiestas caseras donde no existe algún tipo de regulaciones sobre seguridad, alcohol, drogas o violencia; simultáneamente los establecimientos han sufrido pérdidas, teniendo que cerrar sus puertas y dejando un cuantioso número de desempleados. Otra consecuencia es que escasean las oportunidades para grupos o bandas de presentarse en vivo.

Con añoranza nos transportamos a los años dorados de la Ciudad de México, una ciudad que brillaba por el glamour de la vida nocturna y el gozo por la música y el baile. El destello del danzón, el bolero, el chachachá, la rumba, y el mambo se daba con grupos como Acerina y su Danzonera, la Sonora Santanera, Pérez Prado, Benny Moré, Toña la Negra, La Matancera, entre muchos más. En contraste, hoy en día se ha perdido ese gusto. Durante los fines de semana los capitalinos viven en un torbellino de adicciones al alcohol y a las drogas, con un deseo sobregirado de olvidar problemáticas cotidianas, y un estilo de vida exacerbado que les exige la gran ciudad, dejando la diversión y el entretenimiento en un segundo plano.

Icaza reitera la alegría que le resulta ver bailar y gozar a la gente de Chicago, y el impulso y el valor que le confieren a la música, en comparación con los capitalinos, que ya no bailan y se han vuelto indiferentes. El valor de la música se ha degradado debido a la urgencia de la supervivencia. Icaza cita que ya no se cobra la entrada en los abastecimientos nocturnos o en las presentaciones artísticas, pero lejos de ayudar, eso contribuye a que la situación empeore porque la gente que no paga no valora, algo que también sucede en forma masiva con la compra de CD o MP3 de forma clandestina en los miles de establecimientos piratas de la ciudad.

Lamentablemente, agrega, la gente prefiere los lugares costosos y de moda donde no existen incentivos para que haya otro tipo de convivencia más que la del consumo exagerado de alcohol. Las nuevas generaciones están cargando con el peso de una nación en crisis y en efecto, se ve reflejado en sus vidas personales y en su imposición de ignorar algo tan habitual y tan propio como lo son la música y el baile.

Tras estar fuera del DF casi un mes, Icaza comenta que vuelve a su casa y a enfrentar las cosas que solo se pueden vivir día a día en una ciudad como la de México, y que le hacen reflexionar sobre la tendencia a vivir en forma extrema. Es, dice, una gran escuela para sobrevivir en el mundo por lo que cree que esta situación puede ser pasajera solo si “recordamos y rescatamos aquel pasado glorioso de nuestra ciudad, de nuestro país – aquel tercer turno que revivía a la ciudad en plena obscuridad, que traía actividad social y económica a nuestra gente”.

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