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Jóvenes inmigrantes (indocumentados) que crecen en Estados Unidos

By May 16, 2019 No Comments

Escenario número uno: desde que tienes noción de tu vida, creces en una sociedad bilingüe con un toque bicultural – el norteamericano y el de origen, no hay punto medio ¿vives en una vida normal? ¿Cuántos años tenías cuando llegaste a Estados Unidos o cuando llegaste a Chicago? Yo tenía seis, otro por ahí contestó, no lo recuerdo; ¿y tú? Yo, yo apenas era una niña de nueve y a lo lejos otro joven dice que él tenía tan solo dos años. Su niñez solitaria, arraigada en un mundo ajeno a sus padres, la razón es el trabajo arduo para alimentar la educación y el crecimiento de sus hijos. Esa niñez bilingüe aprendida en la televisión y en la escuela fuerza su independencia como individuos, fungiendo como base para adultos que dependen de sus hijos como intérpretes profesionales, ante una maestra de primaria o simplemente en una oficina gubernamental tratando de solucionar un problema de impuestos a los diez años de edad, ¡qué ironía! ¿no?

Escenario número dos: por lo menos la última década de tu vida, has llamado a Estados Unidos tu hogar – recordando que tan sólo tienes quince o veinte años; descubres tu gran secreto, eres indocumentado. ¿Cuándo descubriste tu secreto?, ¿cuál fue tu reacción? Siempre lo supe, pero fue hasta cuando entré a la Secundaria que me di cuenta que mis probabilidades de continuar cursos universitarios eran casi nulas, me deprimí al grado de no querer continuar con mis estudios. Otra joven respondió: Siempre he estado insegura de mi estatus migratorio, nunca disfruté mi infancia porque desde entonces tuve que aprender a distinguir lo que se puede o no decir, tuve que aprender a esconderme y fue a los dieciséis años cuando mi mundo se cierra por completo. Madurar antes de tiempo por cuestiones financieras y migratorias es un proceso difícil, que toma tiempo para asimilar y que además su precio es un temor y muchas lágrimas, sin mencionar aquella juventud robada y la falta de regocijo por la vida.

He llamado mi hogar a este país por los últimos dieciocho años de mi vida, me gradué de la mejor escuela secundaria de Illinois, fui aceptado, becado y gané un préstamo por una de las universidades más prestigiadas de la ciudad de Chicago, DePaul, era un sueño hecho realidad. Realidad que se convirtió en pesadilla para este joven estudiante al ser cuestionado por la oficina de ayuda financiera a pocos días antes de comenzar el ciclo escolar, requiriendo entre otros datos, su número de seguro social. Aunque acudió a la escuela directamente para apoyo, la respuesta fue simple: “SIN SEGURO, NO HAY AYUDA”.

Frustración, confusión, impotencia, desesperación, tristeza son algunos de los sentimientos encontrados que sufren nuestros jóvenes inmigrantes sin documentos; la incertidumbre que los acecha, los lleva a tomar caminos distintos a los anhelados, a cuestionar a esta nación la cual llaman hogar, el por qué se proclama la defensora de los derechos humanos si en la práctica es todo lo contrario: se les está negando su derecho a la educación.

Artículo 26, Declaración Universal de los Derechos Humanos. Toda persona tiene derecho a la educación. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.

Escenario número tres: una lucha contra la corriente. No importa las circunstancias, sino qué hacemos para convertirnos en los individuos que queremos ser; tomemos nuestro contexto a favor, tomemos decisiones propias.

La toma de decisiones es una actividad que nos lleva a la madurez, y a su vez es un paso temido para muchos adultos. Pero para los jóvenes significa “esperanza de vida”, una decisión con respecto a sus vidas futuras es elemental y debiese aprobarse como sabia, por el simple hecho de haber dado el primer paso crucial hacia su futuro.
Para estos jóvenes indocumentados que comparten sentimientos encontrados al ver que cada puerta tocada es una puerta cerrada y el hecho de caer siempre, será un motivo para levantarse, su espíritu es de perseverancia para ellos y para los demás.
¿Quieres mantener tu nombre en el anonimato? ¿Te da miedo publicar tu status migratorio? No, afirmó Reyna Wences, ya me cansé de esconderme, ya me cansé de luchar por un sueño: “hoy voy a luchar por una realidad”, he decidido dejar la escuela este semestre por razones económicas y por una razón aun más poderosa, pondré corazón y cabeza en la lucha de poder otorgar un derecho básico a millones de personas indocumentadas como yo, el derecho de ser feliz y el dejar de vivir en el miedo.
¿Y tú? Mi nombre es Uriel Sánchez y mi historia se puede reflejar en cualquier otro joven, el hecho de no poder aspirar a universidades como Harvard, Yale o Berkeley como cualquiera de mis otros compañeros que no son indocumentados y que DePaul me hubiese rechazado en última instancia, no significa darme por vencido; trabajo desde los diecisiete años y estoy ahorrando para entrar a un colegio comunitario el próximo semestre.
Ser indocumentado me ha dado mucha fuerza e impulso, me ha creado barreras para poder sobrepasarlas, he visto a mis amigos entrando a universidades de cuatro años; mi nombre es Olga Lydia, tengo 23 años y estoy haciendo todo lo que se encuentra a mi alcance para poder lograr mis sueños, hoy comienzo clases en un colegio comunitario.
Mi nombre es Lulú Martínez siempre había ocultado el hecho de ser indocumentada, vivía oculta, y en anonimato de mi propia identidad como mexicana hasta que me encontré sumergida dentro de la primera marcha del 1 de Mayo y pude voltear a mi alrededor, darme cuenta que no era la única. Actualmente estudio en un colegio comunitario, quiero aprender a manejar y soy parte del programa radial “Without Borders/Sin Papeles” en Radio Arte.

Todas estas historias se encuentran unidas en un solo lazo, y por una sola causa – esta causa se llamó Rigo Padilla, estos son sólo algunos jóvenes que se enfrentaron a sí mismos durante este proceso de deportación, vieron en él sus temores e hicieron frente solidario a un caso en particular que pudiese haber sido el de cualquiera de ellos.

Organizaciones, activistas, estudiantes y en particular este grupo de jóvenes indocumentados, se unieron para detener y aplazar la deportación de Rigo Padilla, con éxito. Éxito que los alertó y alentó a consolidarse entre ellos y continuar una lucha pro-inmigrantes, crear una red en la cual sirvan como recurso para otros jóvenes. Esta red, “Alianza de Jóvenes Inmigrantes para la Justicia (IYJL)”, va más allá que cualquier otra organización o movimiento, porque son jóvenes con las mismas historias, temores y con deseos de superación truncados por la falta de un papel. Son jóvenes entusiastas, emprendedores, sensibles y vulnerables pero con fortaleza infinita, perseverantes, inteligentes, bilingües, en muchos casos, son la solidez de sus propias familias y que a pesar de su corta edad tienen un plan de vida por el cual seguir luchando, porque “no es un crimen desear un mejor futuro”.

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